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1- Año
1469, Valladolid (Palacio de los Vivero).
"La boda celebrada, en secreto, en Valladolid, el 18 de octubre de 1469, se efectuó sin que la, entonces, Princesa de Castilla pidiera la obligada dispensa pontificia para casarse con su primo –sus abuelos eran hermanos–, Fernando de Aragón. De este modo, el matrimonio no sólo corrió el riesgo de ser excomulgado por la Iglesia sino que además, durante tres años, su certificado matrimonial no tuvo validez alguna.
El arzobispo de Toledo falsificó la bula de dispensa necesaria –dijo que había sido expedida por Pio II y que los contrayentes ya estaban dispensados de todos sus grados de consaguinidad– pero, el matrimonio no sería legalmente canónico hasta después de tres años."
Y el rey don Fernando tomó las llaves e dióselas a la reyna, y la reyna se las dio al príncipe, y el príncipe se las dio al conde de Tendilla. El cual con el duque de Escalona, el marqués de Villena e con otros muchos caballeros e con tres mil de a caballo e dos mil espingarderos, envió entrar en la Alhambra e se apoderar de ella. E fueron e entraron. E mostraron en la más alta torre primeramente el estandarte de Cristo, que fue la Santa Cruz que el rey traía siempre en la santa conquista consigo. E el rey e la reyna e el príncipe e toda la hueste se humillaron a la Santa Cruz, e dieron muchas gracias e loores a Nuestro Señor, e los arzobispos e clerecía dijeron Te deum laudamus”
3- Año 1493, Barcelona
4- Año
1504, Nápoles.
El 1 de enero de 1504 el Gran Capitán lograba la capitulación de Gaeta y rendía la ciudad de Nápoles, arrebatándosela al monarca francés Luis XII. El reino de Nápoles había quedado ligado a la corona aragonesa desde los tiempos de Alfonso V, pero a finales del siglo xv la Península Itálica era tan inestable como un avispero. Fernando el Católico pugnaba con Francia por sus derechos hereditarios al reino, llegando a firmar un acuerdo de renuncia, el Tratado de Granada. Sin embargo, el tratado tenía lagunas y al intentar esclarecer las tierras que correspondían a unos y a otros, el resultado fue la guerra. Fernando encomendó el asunto a su mejor general, Gonzalo Fernández de Córdoba, que se exhibiría en la contienda como un imponente estratega.
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